Rebeca Zurru Fernández
Noviembre del 2014.
OPINIÓN PERSONAL SOBRE EL INDIVIDUO, SU CONTEXTO Y LA EDUCACIÓN.
ANÁLISIS TEXTUAL DE ELLSWORTH, FREEDMAN, HERNÁNDEZ Y SANCHO.
Muchas veces me planteo cuáles son los límites de las ideas y el pensamiento. Cuál es el la franja que separa la existencia del individuo de la propia realidad, qué o quién se convierte en encargado de delimitar las reglas del conocimiento. ¿Es mi pensamiento parte inherente del contexto donde se ubica o es el propio contexto fruto de la construcción de nuestros pensamientos? me pregunto, hasta qué punto somos dueños.
La lectura y análisis de capítulos tales como Ellsworth. E. (2005). Diálogo comunicativo: control a través de la continuidad y El poder de la discontinuidad: enseñar a través del diálogo analítico. Posiciones en la enseñanza: diferencia, pedagogía y el poder de la direccionalidad. (pp. 95-119). Madrid: Akal, S. A. Hernández. F y Sancho. J. (1993). Las decisiones en torno a la enseñanza. El campo del currículum. Para enseñar no basta con saber la asignatura. (pp. 2-54). Madrid: Paidós. Freedman. K. (2006). Arte y cognición. Enseñar la cultura visual. Currículum, estética y la vida social del arte. (pp. 97-139). Octaedro. han supuesto puntos claves para el desarrollo de este artículo u opinión personal, llámese como quiera, sobre la apertura de cuestiones fundamentales que recaen en el ámbito del individuo y su educación.
Retomemos la cuestión, ¿hasta que punto somos dueños del pensamiento, conocimiento y de nuestra propia realidad?. A menudo deberíamos replantearnos la importancia, no solo de qué conocemos, si no de cómo conocemos el mundo real o ilusorio que nos envuelve, pensar hasta qué extremo somos conscientes marionetas del mismo o él lo es para nosotros. Sin lugar a dudas, estamos englobados en un juego consciente o inconsciente, a quien con toda la modestia que se me permita, desearía poder ofrecer a la Educación, su correspondiente papel de director.
Bajo mi punto de vista, la Educación es factor clave, madre y motor de todo aquello planteado previamente. La educación es guía esencial para el desarrollo de la existencia, es la encargada del constante modelaje que la propia vida toma dependiendo del tiempo y lugar en el que se vea dueña o prisionera. Contemporánea a mi tiempo, me permito marcar un paréntesis para subrayar la poca importancia que generalmente ofrecemos a la misma, fruto de crisis, política o constantes distracciones, solemos caer en el error de dejarla en segundo plano u otorgarle un enfoque que podría no ser el más apropiado.
Por naturaleza, el ser humano siente miedo a lo no conocido, al desorden, a todo aquello que pueda suponer un riesgo en su estricto énfasis por aquello concerniente al dominio del mundo, al control de su vida. Tal y como interpreto y escribe Ellsworth. E. en Diálogo comunicativo: control a través de la continuidad , vemos como el hombre, desde sus más tempranas entrañas ha construido un mundo ilusorio de control como fruto de temores, inseguridades y necesidades, cuyo principal reflejo de todo ello, es la construcción del lenguaje, de la palabra. Las personas hemos asumido que cualquier idea u objeto material tiene que tener una palabra con la que encajar, para que de este modo entre el tú y el yo generemos un punto de encuentro, de comprensión, un contenedor donde las emociones e ideas tomen forma, se puedan visualizar y entender, alejado de todo aquello que se quede sumido en el abismo de miedos desconocidos y de este modo se excluya el posible desorden que se encuentra entre nosotros.
A través del uso de la palabra establecemos un terreno común de comprensión, pese a todas la posteriores disparidades y diferencias que puedan surgir dentro del mismo, la comprensión solo añadirá más información de la que ya tenía nuestro bagaje, a pesar de ello, soy firme creyente de que pese a ubicarnos en una totalidad ya construida, como individuos, a través de su empleo, de la práctica del diálogo, podremos modelar nuestra estructura presuntamente preestablecida; es decir, balanceándome entre las teorías de Felman y Nicolas Burbules (1993), como fiel defensor del diálogo comunicativo, sostengo firmemente que la palabra crea nuestras propias cadenas, pero con su cabal empleo, es la única, junto al arte, que puede resultar el cambio más transformador que dentro de nuestros inherentes contextos podamos obtener. He aquí la importancia que toma el Arte en nuestra vida, en nuestra educación, encargado de ofrecernos la posibilidad de desdeñar esa unidireccionalidad en la que muchas veces la palabra nos apresa; como bien explica Freedman. K. en Arte y cognición, el arte, la cultura visual, es pilar fundamental para esa transformación de las estructuras preestablecidas que previamente comentábamos, pues influye en nuestro pensamiento de un modo que ni tan siquiera el uso del lenguaje consigue prometer, en mi opinión, es el exclusivo vehículo de transformación de esos enfoques personales sobre las diversas concepciones que tenemos sobre el mundo (p.96). El arte nos ofrece una serie de conocimientos intangibles, que muchas veces superan lo conocido y mesurable, motivo principal por el que sufre ese rechazo, pues no entra dentro de los parámetros calculables que el hombre acoge con brazos abiertos. El arte es el único capaz de activar muchas áreas del cerebro, de su desarrollo, que poco a poco hemos ido enmascarando y olvidando por haberse visto sustituido por otro tipo de modalidades que resultaban de una comprensión más fácil o “útil” para las necesidades que supuestamente nuestros contextos espacio-temporales necesitaban cubrir, materias más exactas, más aproximadas a la realidad, pero me pregunto, a qué realidad nos referimos, a la suya o a la real. Sabemos que el arte es una de las formas con las que nos conectamos con los otros seres humanos y que su carácter visual puede ofrecer un acceso único a algunos aspectos de la experiencia del hombre, ¿será éste uno de los principales temores y respectivos rechazos?. Una vez más, todo ello nos conduce a la importancia de la educación y el aprendizaje, no al qué, si no al cómo, al cómo aprendemos y comprendemos, al cómo dirigimos nuestra mirada. Debemos tomar todas las herramientas posibles para de esta manera conseguir cosechar la veraz libertad de expresión del propio individuo sumido en las normas socioculturales, forma, sentimiento y conocimiento, que consustancialmente influyen en la dirección de su inspección.
Todos sabemos que hogaño la sociedad avanza a un ritmo desorbitante con el riesgo de quedarse inmóvil y dejar la educación obsoleta, como bien ejemplifican con la mención de Aristóteles, Hernández. F y Sancho. J. en Las decisiones en torno a la enseñanza. El campo del currículum, quien ya constataba en su tiempo, la falta de consenso existente entre el contenido y los medios de enseñanza. A su vez, la cultura visual avanza paralelamente, veloz, simultánea a su tiempo, a los conocimientos que progresivamente van aumentando y enriqueciéndose con la experiencia visual individualizada o como conjunto. Por todo ello, debemos ser conscientes de que el aprendizaje no solo tiene lugar en un contexto, si no que el propio contexto se conduce y maneja por el aprendizaje, incluidas las aulas, como medios socioculturales. El aprendizaje está íntimamente relacionado con la circunstancia que tiene lugar, por ello seamos capaces de ajustarla a las necesidades requeridas en cualquier tipo de ambiente, capaces de dar forma a los espacios temporales al igual que ellos no la dan a nosotros, encontremos el equilibrio a través del aprendizaje que equivale al desarrollo. Planteémonos ahora, como lo hacen Hernández y Sancho, lo que presupone para la educación tener un currículum fijo preestablecido, adherido a unos principios fijos para todo un conjunto saturado de variedad en pensamientos e intereses, empleemos la herramienta del currículum oficial de un modo que pueda gestar en si misma la posibilidad de individual planificación, cojamos de la mano el anhelado albedrío para ser capaces de reformar y acoplar conscientemente los requisitos y necesidades que a gritos nuestra propia libertad reclama. Intentemos ser educadores, no solo basarnos en las comodidades que los límites nos proporcionan; tomemos de la mano herramientas como el diálogo o el arte para acercarnos a esa idea de autoexpresión, convirtámosla en hecho, sintámosla, avancemos con la práctica y no solo con la teoría, no permitamos que la educación reprima o frustre esa noción de diversidad en los talentos individuales, consigamos desarrollar nuevas ideas, actitudes y creencias a través del aprendizaje. No determinemos las formas de pensar. Construyamos un curriculum real que se aleje de la promoción de determinadas formas de pensar, apliquemos en nuestras aulas, en nuestras vidas, cualidades que materias como el arte o el poder de la discontinuidad, como dice Ellsworth, nos pueden obsequiar. Desatemos esos silencios personales y culturales acallados por el miedo a lo no conocido, a lo no controlable.
En definitiva, seamos capaces de entender que la principal limitación que opera en la evolución del sujeto, del ser humano, de nuestra sociedad, es nuestro propio “control consciente”. Intentemos tomar las herramientas ofrecidas, construyamos nuevas herramientas, para no dejarnos embaucar por falsos temores controlables. Tomemos las riendas desde la base, desde la infancia, desde el nacimiento, donde no se sufre el miedo de la ambigüedad, donde no se conoce la cobardía procedente de miedos preconcebidos por lo desconocido, donde los condicionamientos todavía no han fraguado, de modo que no sea el mundo el encargado de crear al individuo y su contexto, si no que la mente y con ello nuestros actos, creen el conocimiento en respuesta a un mundo independiente de conocimiento.
BIBLIOGRAFÍA:
-Ellsworth. E. (2005). Diálogo comunicativo: control a través de la continuidad y El poder de la discontinuidad: enseñar a través del diálogo analítico. Posiciones en la enseñanza: diferencia, pedagogía y el poder de la direccionalidad. (pp. 95-119). Madrid: Akal, S. A.
-Hernández. F y Sancho. J. (1993). Las decisiones en torno a la enseñanza. El campo del currículum. Para enseñar no basta con saber la asignatura. (pp. 2-54). Madrid: Paidós.
-Freedman. K. (2006). Arte y cognición. Enseñar la cultura visual. Currículum, estética y la vida social del arte. (pp. 97-139). Octaedro.
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