Noviembre del 2014
Rebeca Zurru Fernández
APRENDIZAJE Y ENSEÑANZA DEL DIBUJO
María Motessori y la pedagogía científica:
Consideraría oportuno ubicarnos en el tiempo y espacio al que nos referimos, hablamos de la Italia de finales del S.XIX y principios del S.XX, donde como bien todos sabemos, cualquier apoyo de las fuerzas sociales y políticas recaía sobre un ámbito educativo tradicional, el cual gestaba en sí mismo desde sus más tempranas raíces, un ambiente de arraigadas características educativas, ligado a un extremado autoritarismo y formalismo en las aulas de enseñanza.
María Montessori (1870-1952) educadora, psiquiatra, feminista y primera médico mujer en Italia, fue pionera de todos y cada uno de los fundamentos en los que la Educación de hoy en día está basada. Fue alfa, principio e impulso esencial, en una radical renovación y cambio internacional en la práctica y concepto de lo que conocemos como pedagogía.
Madre de la pedagogía científica e innovadora de los métodos pedagógicos de principios del S.XX, se apoyó por los nuevos conocimientos sobre el hombre y el niño que ciencias como la psiquiatría y psicología podían ofrecerle. Decidió dejar en segundos términos fundamentos tales como la filosofía u otras visones del mundo a las que las metodologías conservadoras se habían apoyado hasta el momento.
Métodos como el científico y el de observación la llevaron a crear las bases sólidas y fundamentales para el desarrollo de sus posteriores puestas en práctica en su propuesta educativa. “El niño como padre del hombre”, no solo se limitaba a curar los banales intereses del presente, de esa etapa concreta en la vida de los niños, sino que sabía que los niños eran los recipientes que gestaban el futuro. Hizo conciencia de que instruir divirtiéndolos, despertando sus facultades de atención, ejercitando su memoria mediante instrucciones prácticas, bajo el importante papel de un ambiente adaptado a todas sus necesidades y basado en el amor, conseguían unos resultados humanísticos mejores que los que hubieran podido tener otras metodologías más tradicionales.
Todos hemos sido niños y por ello para comprender la ética de Montessori o su método, simplemente deberíamos echar un vistazo hacia atrás, darnos cuenta de lo que realmente nos sirvió, para convertirnos en lo que somos. Bien es sabido, que cuando más aprendemos es haciendo, obteniendo nuestras propias satisfacciones de los logros que hemos adquirido con nuestros trabajos, los cuales biológicamente como personas nos incentivan al progreso, a querer avanzar, a ir conociéndonos poco a poco, a superarnos según las necesidades que las circunstancias de tiempo y espacio requieran, de modo que es esencial que desde nuestros comienzos se nos haya ofrecido el derecho a crecer en ambientes fundados por la dignidad, la libertad y la independencia, sin necesidad de educarnos como a contenedores vacíos sin perspectivas de futuro que vayan más allá de lo que una clase magistral o académica, estandarizada, de repetición en serie, pueda ofrecernos.
Hoy más que nunca nos vemos sumergidos ante el mundo de los servicios y la información, por ello deberíamos ser plenamente conscientes de que todo parte desde la infancia, el momento decisivo, que como Montessori promovía, marcará el camino del hombre que cada uno de nosotros llevamos dentro. Debemos cultivar nuestras ideas y creatividad de un modo que el aprendizaje desde sus inicios enriquezca lo que a cada uno nos interese, construir nuestra persona en busca de un progreso que acabe recayendo en el conjunto. Debemos fomentar esa premisa de que los niños son sus propios maestros en la vida y que el adulto solo puede tener el papel de ayudarlo, ofrecerle multiplicidad de opciones entre las cuales escoger, ofreciéndole así libertad, para que de este modo se construyan a si mismos apoyados por el ejemplo de ambientes buenos sustentados por el amor. Dejar de lado cualquier espíritu de competividad, que cada uno trabaje a su propio ritmo y según sus propias necesidades innatas o adquiridas, respetando las personalidades y espacios para crecer en una plena independencia biológica, para que así un niño pequeño, escoja espontaneamente el trabajo, trabajo intelectual que desee, que vaya acorde con sus necesidades, que aprenda haciendo, equivocándose y se le ofrezca la posibilidad de tomar sus propias decisiones y conclusiones sobre lo que le interesa o deja de interesar, dejando que adultos o en este caso maestros y profesores reduzcan sus intervenciones al mínimo, simplemente dirigiendo las actividades o caminos que esa etapa concreta de la vida o periodo sensible vaya poniendo frente a ellos, proporcionar y enseñar los medios, y que así puedan adquirir determinados conocimientos y poco a poco, todo a su debido tiempo, descubrir sus potenciales como seres humanos.
En definitiva, hoy más que nunca debemos aferrarnos a las claves que María Montessori y su pedagogía científica nos ofrecen, ciertamente adecuándola a las necesidades que nuestros contextos espacio temporales requieren y necesitan, pero recoger de su mensaje su verdadera esencia; ofrecer confianza, ofrecer libertad, libertad de elección y que tanto para niños como para adultos hijos de niños, se les muestre la multiplicidad de elecciones que pueden tomar en el percurso de sus vidas.
Referentes:
- De Bartolomeis, F. 1953. María Montessori e la pedagogia scientifica.
Italia: Firenze, Nuova Italia.
- Montessori, M. 1909. Il metodo della pedagogia scientifica aplicato all’educazione
infantile nelle case dei bambini. Italia: Castello, S.Lapi.
- Montessori, M. L’autoeducazione nelle scuole elementari.
- Tavarelli,G.M. 2007. María Montessori. Una vita per i bambini. Italia.
- Le nostre interviste: a colloquio con María Montessori.
- Il metodo Montessori presso la Regia Scuola Magistrale Montessori.
- La scuola Montessori.
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